A ver, criatura. El salmón es uno de esos pescados que todos compramos porque “es sano”, pero luego lo dejas olvidado en la nevera al lado del yogur caducado. Pues hoy te voy a enseñar a hacerlo bien, sin humo, sin llorar y sin llamar a tu madre para preguntar si el horno se precalienta con la puerta abierta. Lo vamos a cocinar en un paquetito de papel de aluminio —que parece cosa moderna, pero yo ya lo hacía cuando tú ni existías—. Así el salmón se cuece con su propio vapor y no pierde sabor, que bastante soso eres tú como para que encima lo sea la comida.
Vas a necesitar
- Un frasco pequeño de pimientos rojos asados (sí, puedes comprarlos hechos; no finjas que los vas a asar tú).
- Un puñadito de almendras fritas peladas (y no te las comas todas antes, goloso).
- Un frasco pequeño de garbanzos cocidos (los enjuagas, que ese líquido no es caldo, es agua del demonio).
- Perejil fresco picado, y si no tienes fresco, usa seco… pero no digas que te lo enseñé yo.
- Chorizo en lonchitas o taquitos, porque sin chorizo la vida es una tragedia.
- 2 filetes de salmón con piel, limpios, que no quiero oírte gritar porque encontraste una espina.
Y así se hace
- Precalienta el horno a 220 °C. Sí, el horno también se precalienta, no empieza caliente por arte de magia. Eso, sólo yo puedo hacerlo.
- Coge una hoja grande de papel de aluminio y ponla en una fuente resistente al calor. Si eres torpe y se te rompe todo, ponla doble.
- Ahora, la salsa: escurre los pimientos, échalos en la batidora con las almendras, casi todos los garbanzos, un chorrito de agua y los tallos del perejil (no tires las hojas, que eso se usa para fingir que sabes emplatar). Tritura hasta que quede lisito, como la piel que tenías antes de usar filtros.
- Pon esa salsa en el centro del papel de aluminio. Añade un poco de chorizo, porque la vida sin grasa no tiene sentido.
- Hazle dos cortecitos al salmón por el lado de la piel —no te pases, no es cirugía— y mete ahí las hierbas.
- Coloca los filetes sobre la salsa, con la piel para arriba, echa por encima lo que te haya sobrado de ingredientes, un chorrito de aceite, sal y pimienta.
- Cierra el paquete como si fuera un secreto familiar: bien sellado, que no se escape nada.
- Al horno 15 minutos, o hasta que el salmón esté cocido y no parezca sacado de una pecera.
Sírvelo con verduras o arroz, lo que te dé menos pereza.
Y cuando lo pruebes, di en voz alta: “¡Ay, qué bueno me ha quedado!” —como si lo hubieras inventado tú, que ya estoy acostumbrada–.
Tuya también en la cocina,
AnaCrusa