Vamos a prepararnos una hamburguesa de pavo, tan sana que te guiña el ojo… tan rica que te hace olvidar que es sana.
Necesitas (para 1 hamburguesa*… o para alimentar a tu fuerza de voluntad):
*Sí, pone 1 hamburguesa, pero luego salen 3 ó 4. Matemáticas mágicas de cocina.
- 450 g de pavo picado (el pavo que quiso ser fast food) Ojito con el pavo: debe ser muy fresco, no queremos invitar bacterias a nuestro banquete. Hoy lo compras, hoy te lo comes.
- 1 huevo grande (el mediador del grupo)
- 2 dientes de ajo bien picaditos (porque el sabor no se negocia)
- 2 cucharadas de perejil fresco picado (verde = saludable, eso es ciencia)
- 1 cucharada de salsa inglesa (ese “no sé qué” que lo cambia todo)
- Sal (con cariño)
- Pimienta negra recién molida (con actitud)
- 1 cucharada de aceite de oliva virgen extra (el bueno, en serio)
- Panes de hamburguesa
- Lechuga
- Tomates
- Mayonesa (la responsable de que esto no sea demasiado fitness)
Y así lo hacemos:
- Bol grande al centro del escenario.
Mete el pavo, el huevo, el ajo, el perejil y la salsa inglesa. Salpimienta sin miedo, pero con respeto. - Manos a la masa.
Mezcla todo hasta que esté bien integrado. Aquí no hay cucharas finas: esto va de contacto humano. Pero lávate las manos antes, anda. - Forma 4 hamburguesas planas.
Planas, no tímidas. Que luego se encogen y no queremos dramas. - Sartén a fuego medio, añade el aceite y, cuando esté caliente, pon las hamburguesas a desfilar.
- Cocina unos 5 minutos por lado, hasta que estén doradas, jugosas y oliendo tan bien que alguien va a preguntar “¿eso es de dieta?”
- Sirve en pan, añade lechuga, tomate y mayonesa. O lo que tu corazón (y tu nevera) dicten.
Nota final para tu conciencia: es pavo, tiene verduras, lleva aceite de oliva. Si además sabe increíble… eso ya es un bonus emocional.

